El oro es un
activo muy especial. Por una parte ha sido muy valorado desde la antigüedad por
sus propiedades, y durante mucho tiempo, funcionó como dinero, o como base en
la que se apoyaba el valor del dinero.
Aunque hoy en día
ya no tiene ese valor en sí mismo, el oro continúa siendo un activo estratégico
en muchos casos, y los países suelen tener reservas (como, por ejemplo, la
famosa reserva de Fort Knox, en Estados Unidos). Por su parte, España ha
vendido en los últimos años parte de sus reservas (en virtud de unos acuerdos
firmados cuando se constituyó el Banco Central Europeo), que actualmente se
sitúan en unas 280 toneladas.
Además, muchas
personas lo siguen viendo como un valor tangible, es algo que se puede ver y
tocar, y por eso invierten en lingotes de oro o en joyas.
Otra de sus características
es la escasez, puesto que no hay una gran producción (apenas unas 3.000
toneladas anuales en todo el mundo), y no hay productos sustitutivos (como
puede suceder, por ejemplo, en el caso del petróleo y otras energías
alternativas).
La mayor parte de
la producción se emplea en joyería (alrededor del 70%), un 20% se dedica a oro
de inversión y un 10% se utiliza para otras aplicaciones industriales y
médicas, gracias a sus propiedades (buena conductividad eléctrica, resistencia
a la corrosión.
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